"TU ERES PEDRO Y SOBRE ESTA PIEDRA EDIFICARE MI IGLESIA." Mt. 16, 13:20

sábado, 25 de abril de 2020

Domingo 26 de Abril Homilía III Domingo de Pascua

 Lo habían reconocido al partir el pan 

Evangelio de hoy y lecturas

Primera lectura

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 2, 14. 22-33

El día de Pentecostés Pedro, poniéndose en pie junto a los Once, levantó su voz y con toda solemnidad declaró:
«Judíos y vecinos todos de Jerusalén, enteraos bien y escuchad atentamente mis palabras.
A Jesús el Nazareno, varón acreditado por Dios ante vosotros con los milagros, prodigios y signos que Dios realizó por medio de él, como vosotros mismos sabéis, a este, entregado conforme al plan que Dios tenía establecido y previsto, lo matasteis, clavándolo a una cruz por manos de hombres inicuos. Pero Dios lo resucitó, librándolo de los dolores de la muerte, por cuanto no era posible que esta lo retuviera bajo su dominio, pues David dice, refiriéndose a él:
“Veía siempre al Señor delante de mí,
pues está a mi derecha para que no vacile.
Por eso se me alegró el corazón,
exultó mi lengua,
y hasta mi carne descansará esperanzada.
Porque no me abandonarás en el lugar de los muertos,
ni dejarás que tu Santo experimente corrupción.
Me has enseñado senderos de vida,
me saciarás de gozo con tu rostro”.
Hermanos, permitidme hablaros con franqueza: el patriarca David murió y lo enterraron, y su sepulcro está entre nosotros hasta el día de hoy. Pero como era profeta y sabía que Dios “le había jurado con juramento sentar en su trono a un descendiente suyo”, previéndolo, habló de la resurrección del Mesías cuando dijo que “no lo abandonará en el lugar de los muertos” y que “su carne no experimentará corrupción”. A este Jesús lo resucitó Dios, de lo cual todos nosotros somos testigos.
Exaltado, pues, por la diestra de Dios y habiendo recibido del Padre la promesa del Espíritu Santo, lo ha derramado. Esto es lo que estáis viendo y oyendo».


Salmo

Sal 15, 1-2 y 5. 7-8. 9-10. 11 R/. Señor, me enseñarás el sendero de la vida

Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti.
Yo digo al Señor: «Tú eres mi Dios».
El Señor es el lote de mi heredad y mi copa,
mi suerte está en tu mano. R/.

Bendeciré al Señor, que me aconseja,
hasta de noche me instruye internamente.
Tengo siempre presente al Señor,
con él a mi derecha no vacilaré. R/.

Por eso se me alegra el corazón,
se gozan mis entrañas,
y mi carne descansa esperanzada.
Porque no me abandonarás en la región de los muertos,
ni dejarás a tu fiel ver la corrupción. R/.

Me enseñarás el sendero de la vida,
me saciarás de gozo en tu presencia,
de alegría perpetua a tu derecha. R/.


Segunda lectura

Lectura de la primera carta del apóstol san Pedro 1, 17-21

Queridos hermanos:
Puesto que podéis llamar Padre al que juzga imparcialmente según las obras de cada uno, comportaos con temor durante el tiempo de vuestra peregrinación, pues ya sabéis que fuisteis liberados de vuestra conducta inútil, heredada de vuestros padres, pero no con algo corruptible, con oro o plata, sino con una sangre preciosa, como la de un cordero sin defecto y sin mancha, Cristo, previsto ya antes de la creación del mundo y manifestado en los últimos tiempos por vosotros, que, por medio de él, creéis en Dios, que lo resucitó de entre los muertos y le dio gloria, de manera que vuestra fe y vuestra esperanza estén puestas en Dios.


Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Lucas 24, 13-35

Aquel mismo día (el primero de la semana), dos de los discípulos de Jesús iban caminando a una aldea llamada Emaús, distante de Jerusalén unos sesenta estadios;
iban conversando entre ellos de todo lo que había sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo.
Él les dijo:
«¿Qué conversación es esa que traéis mientras vais de camino?».
Ellos se detuvieron con aire entristecido, Y uno de ellos, que se llamaba Cleofás, le respondió:
«Eres tú el único forastero en Jerusalén que no sabes lo que ha pasado allí estos días?».
Él les dijo:
«¿Qué?».
Ellos le contestaron:
«Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo; cómo lo entregaron los sumos sacerdotes y nuestros jefes para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que él iba a liberar a Israel, pero, con todo esto, ya estamos en el tercer día desde que esto sucedió. Es verdad que algunas mujeres de nuestro grupo nos han sobresaltado, pues habiendo ido muy de mañana al sepulcro, y no habiendo encontrado su cuerpo, vinieron diciendo que incluso habían visto una aparición de ángeles, que dicen que está vivo. Algunos de los nuestros fueron también al sepulcro y lo encontraron como habían dicho las mujeres; pero a él no lo vieron».
Entonces él les dijo:
«¡Qué necios y torpes sois para creer lo que dijeron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto y entrara así en su gloria?».
Y, comenzando por Moisés y siguiendo por todos los profetas, les explicó lo que se refería a él en todas las Escrituras.
Llegaron cerca de la aldea adonde iban y él simuló que iba a seguir caminando; pero ellos lo apremiaron, diciendo:
«Quédate con nosotros, porque atardece y el día va de caída».
Y entró para quedarse con ellos. Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo iba dando. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron.
Pero él desapareció de su vista.
Y se dijeron el uno al otro:
«¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?».
Y, levantándose en aquel momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros, que estaban diciendo:
«Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón».
Y ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.


Reflexión del Evangelio de Hoy

Testigo de la Resurrección y la Esperanza en Cristo

Queridos hermanos, hermanas en esta primera lectura de los Hechos de los Apóstoles, nos menciona como Pedro toma el discursó el primer día de pentecostés, que proclama ante la población judía y ante los hombres sobre la salvación de la humanidad dando testimonio de Cristo resucitado, pero para eso se debe tener tres procesos, en el escuchar, en el aprender, en el actuar.

Cristo en su vida terrenal hiso tantos milagros como en su predicación, es por eso por lo que es esencial para la iglesia peregrinante que somos nosotros en escuchar a Cristo en tener una vida,coherente, santa, pura, en aprender en tener esa fe en El es mas incrementarlo como plasmar todos nuestros esfuerzos en buenas obras, en el actuar con nuestro testimonio de vida.

Ya el Señor ha resucitado la corrupción de la muerte y el pecado a sido vencido no tengamos miedo porque las promesas se cumplen como bien dice en el libro de Números 23- 19 “Dios no es un simple mortal para mentir y cambiar de parecer ¿acaso no cumple lo que promete ni lleva acabo lo que dice?” entonces tengamos en plena confianza en Cristo.

Es por eso que ponemos en nuestra esperanza en Cristo que nos juzgara imparcialmente nuestras obras como bien lo decía esta segunda lectura de la carta del apóstol San Pedro, para eso debe ser obras de misericordia que nosotros debemos hacer, como en nuestra conducta porque si lo hacemos nada nos puede reprochar nuestro Señor al contrario nos da la bienvenida al cielo porque lo corruptible por nuestros pecados se han desaparecido porque nos dio el perdón porque le hemos pedido humildad el perdón, por nuestra conversión y por practicar nuestra santidad con obras.

Lo importante aquí es hacer la voluntad de Dios y nos dice claramente Mt 7, 21 “No basta con que me digan: Señor, Señor, para entrar en el Reino de los cielos, sino que hay que hacer la voluntad de mi Padre que está en el cielo” Esto significa que está bien imploremos a Dios por nuestra fe, pero sin olvidar que la voluntad del Padre es que nosotros hagamos obras para nuestra salvación.

No Perder la Fe y la Confianza en Cristo

Queridos hermanos y hermanas de nuestro Señor Jesucristo de nuestra Madre Santísima la Virgen María en este hermoso evangelio según San Lucas vemos a estos dos discípulos de Emaús perdieron la fe, la confianza porque regresaron a su aldea natal que es Emaús, porque vieron que han dado muerte al Señor, pero se olvidaron de su promesa que era resucitar entre los muertos.

La fe y la confianza es la puerta de la esperanza como bien decía nuestro querido el Papa Francisco “Vivir en esperanza es caminar hacia un premio, hacia la felicidad que no tenemos aquí pero que la tendremos allí, en el cielo. Es una virtud difícil de entender. Es una virtud humilde, muy humilde. Es una virtud que nunca decepciona: si tú esperas, nunca serás decepcionado. Nunca, nunca”. Es por eso porque la fe y la confianza debe estar presente en el corazón de cada cristiano católico porque al final de todo la esperanza nunca decepciona.

Por eso los discípulos de Emaús sintieron esa decepción como un fraude pero no sabiendo que el Señor Jesucristo estaba con ellos en la forma como le enseñaba que los profetas mencionaba que el Hijo del Hombre tendría que sufrir morir y resucitar, cuanto de nosotros pensamos lo mismo de nuestro Señor que es un fraude, que nos decepciona cuando no son escuchadas nuestras oraciones, que algunos no creen en Cristo y otros se ciegan por la soberbia el odio pues no tengamos esa actitud porque Cristo escucha nuestras oraciones pero ve si es para el provecho de nuestra alma o no, creer en Cristo que es la fuente de la vida que te puede salvar en esta vida a la vez en la otra, dejar el odio, la soberbia porque al final te darás cuenta de tu error.

Esto nos enseña Cristo el día de hoy domingo que cuando fracciono el pan a los discípulos de Emaús lo reconocieron es así cuando reconocemos a Cristo en la Eucaristía que primero a muerto luego a resucitado para quedarse para siempre en las especies del pan y el vino tengamos fe y confianza como bien decía nuestro querido el Papa ahora Benedicto XVI “Nosotros, con el don de su Espíritu, podemos dirigirnos a Dios, en la oración, con confianza de hijos, invocándolo con el nombre de Padre, «Abbà». Pero debemos tener el corazón de los pequeños, de los «pobres en el espíritu» (Mt 5, 3), para reconocer que no somos autosuficientes, que no podemos construir nuestra vida nosotros solos, sino que necesitamos de Dios, necesitamos encontrarlo, escucharlo, hablarle”. Y como nos decía San Pablo Gálatas 5,1-6 “Lo único que cuenta es una fe activa en la práctica del amor.” 

Pongámonos pues bien a los pies de Jesús a los pies de María pides mola a nuestra Santa Madre que nos ayude a no perder la fe y la confianza que es la puerta de toda esperanza que en este momento duro por producto de esta pandemia que no decae nuestra fe y confianza en su hijo Jesucristo al contrario debe fortalecernos más.

Paz y bien hermanos, hermanas.
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