Autor: Carlos Ortega
Introducción
Ciertamente, que la necesidad de creer en algo es inherente a cada ser humano, pues aunque hay quienes dicen desde hace rato que Dios, o las religiones, han muerto, y que la ciencia y la tecnología se ocupan de echarles encima los últimos puñados de tierra, la realidad dista mucho de confirmar esta aseveración y esto conlleva una serie de fuentes en las cuales basarse que le otorguen solidez a cualquier argumentación
Sumergiéndose dentro de los caminos de la creencia (específicamente hablando del cristianismo), vemos que este nos permite gozar de algunas fuentes en las cuales apoyarse:
• Tradición Apostólica
• Magisterio de la Iglesia
• Biblia
De todos los mencionados, se focalizará en el último de ellos, dado que una de las principales fuentes de discrepancia y conflicto, es la veracidad y confiabilidad de ella, así como ¿Quién reunió todos los libros inspirados que constituyen la Biblia?, ¿Qué hubo primero: la Biblia o la Iglesia?, entre otras inquietudes.
Historia de la Biblia Cristiana
Primeramente, se puede citar que la Biblia (gr) es un conjunto de libros, y en general, esta se encuentra constituida por escritos, que han sido retomados de la Biblia griega llamada Septuaginta o de los setenta y del Tanaj hebreo-arameo y luego el Nuevo Testamento (Evangelios, Cartas Apostólicas y Apocalipsis) en el cual se tiene que, Jesús es el Mesías (o Cristo), el hijo del Dios viviente (Mt 16, 16) profetizado que murió, fue crucificado y resucitó de entre los muertos para dar vida eterna (Kerygma Hch 2, 22-24. 36), ambos fueron redactados a lo largo de aproximadamente 1000 años (entre el 900 a. C. y el 100 d. C.).
En la actualidad, la palabra que conocemos hoy fue creada por la Iglesia primitiva que en las Cartas de San Ignacio de Antioquia a la Iglesia de Esmirna la menciona como Católica (Universal) y luego bajo el pontificado del Papa San Dámaso I, en el Sínodo de Roma del año 382, y esta versión es la que Jerónimo de Estridón tradujo al latín, lo que conocemos como vulgata, confirmado en el Concilio de Hipona en el año 393, y ratificado en el Concilio III de Cartago (en el año 397), y el IV Concilio de Cartago, en el año 419.
Razones por las que creer en la Biblia
• Inspiración Divina
Es posible encontrar 2600 menciones de “palabra de Dios” dentro de las escrituras, por lo cual, se tiene una inspiración directa de Dios en toda la Biblia.
Pues toda la Escritura divinamente inspirada es útil para enseñar, para reprender, para corregir, para educar en la justicia, 17.a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, dispuesto a hacer siempre el bien” 2 Tim 3,16-17.
Aparte, como bien se sabe, ésta no es un libro de historia, tampoco un guion de película, una epopeya o una novela, ha sido redactado por hombres piadosos a quienes Dios capacitó y designó para tal tarea, como está citado en ella misma: “En adelante el Espíritu Santo, el Intérprete que el Padre les va a enviar en mi Nombre, les enseñará todas las cosas y les recordará todo lo que yo les he dicho” Jn 14,26
Finalmente, cabe señalar que todo tipo de personas, desde pescadores hasta reyes, de diversas culturas e idiomas, y sin embargo enfocados en un mismo Dios soberano y redentor.
• Su confiabilidad y sinceridad
“Aquí tienen lo que era desde el principio, lo que hemos oído, y lo hemos visto con nuestros ojos, y palpado con nuestras manos, -me refiero a la Palabra que es vida, porque la vida se dio a conocer, hemos visto la Vida eterna y hablamos de ella, y se la anunciamos-, aquella que estaba con el Padre y que se nos dio a conocer lo que hemos visto y oído se lo anunciamos también a ustedes para que estén en comunión con nosotros, pues nosotros estamos en comunión con el Padre y con su Hijo, Jesucristo y les escribimos esto para que sea mayor nuestra alegría” 1Jn 1,1-4.
Además, la biblia no teme denunciar los pecados y ofensas de sus propios actores, por ejemplo, vemos a David —un hombre conforme al corazón de Dios— adulterando; a Salomón y sus mujeres; o la hipocresía de apóstol Pedro siendo señalada.
• El cumplimiento de las promesas
“De Pablo, siervo de Cristo Jesús, apóstol por un llamado de Dios, escogido para el Evangelio de Dios, esta buena nueva anunciada de antemano por sus profetas en las Santas Escrituras” (Rom 1,1-2)
El juicio de la historia presenta que aquello anunciado en la Biblia siempre se cumple, de manera particular, tenemos más de 300 profecías puntuales en el Antiguo Testamento que se cumplieron en Cristo.
“Ustedes escudriñan las Escrituras pensando que encontrarán en ellas la vida eterna, y justamente ellas dan testimonio de mí” (Jn 5,39)
Así, toda la Biblia, es un tratado acerca de Jesucristo: “Jesús les dijo: «Todo esto se lo había dicho cuando estaba todavía con ustedes; tenía que cumplirse todo lo que está escrito en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos referente a mí»” (Lc 24,44), entonces les abrió la mente para que entendieran las escrituras, les dijo: «Todo esto estaba escrito: los padecimientos del Mesías y su resurrección de entre los muertos al tercer día»” (Lc 24,44-46), como la imagen del Dios invisible: “El es la imagen del Dios que no se puede ver” (Col 1,15a).
Interpretación Bíblica y Apologética
La correcta interpretación de la Biblia proviene del Magisterio de la Iglesia, ya que este se fundamenta en la misión de predicar el evangelio a todos los pueblos, la cual viene desde los apóstoles hasta sus sucesores (obispos); sin hacer menos importante la acción del espíritu santo: “La Escritura se ha de leer e interpretar con el mismo Espíritu con que fue escrita” (Constitución Dogmática Dei Verbum n.12)
Asimismo, la historia muestra que todas las herejías, se han basado en alguna expresión bíblica separada de su contexto vital, por lo cual los libros inspirados no pueden entenderse sino dentro de la fe de la Iglesia, en la que han nacido, como San Agustín exclamaba: “Yo no creería en el Evangelio si no me impeliera a ello la autoridad de la Iglesia”
Es en este contexto, que surge la disciplina de la Apologética, como respuesta y defensa de la fe desde la razón, la cual fue practicada desde los tiempos primeros del cristianismo, por ejemplo se pueden citar a: San Pablo, San Justino Mártir, Arístides, Teófilo de Antioquia, San Ireneo de Lyon, Cuadrato, entre otros.
En la actualidad, esta no es un privilegio de cuantos sino un llamado evangelizador de todos, pues la fe está siendo atacada desde variados frentes: grupos cristianos fundamentalistas, religiones, ateísmo, nueva era, etc. , lo cual, hace necesario que estar preparados para dar respuestas convincentes de ella, “Estén siempre dispuestos para dar una respuesta a quien les pida cuenta de su esperanza” (1Pe 3, 15)
De manera que, no se parezca un fanático irracional sino una persona consciente que sigue la verdad: “Yo soy la vid, ustedes los sarmientos. El que permanece en mí, y yo en él, da mucho fruto, porque separados de mí, nada pueden hacer” (Jn 15, 5), y que ella es un regalo para todo aquel que la busque con sinceridad.
Conclusiones
Si bien, se tiene que el cristianismo posee unas fuertes raíces en el judaísmo (tanto históricas como sociales), se debe tener presente el considerar TODA la revelación y no sólo una parte de ella (Tanaj hebreo), en tanto Jesús es el Mesías (o Cristo), el hijo del Dios viviente (Mt 16, 16a) profetizado en el Antiguo Testamento, que murió, fue crucificado y resucitó de entre los muertos para dar vida eterna (Kerygma Hch 2, 22-24. 36), esto se puede apreciar en: “La unidad de los dos Testamentos se deriva de la unidad del plan de Dios y de su Revelación. El Antiguo Testamento prepara el Nuevo mientras que éste da cumplimiento al Antiguo; los dos se esclarecen mutuamente; los dos son verdadera Palabra de Dios” (CIC n. 140)
Asimismo, se ha visto que existen poderosas razones que confieren validez y credibilidad a la Biblia, como su confiabilidad, inspiración y certeza, así como fuente inagotable de vida “yo he venido para que tengan vida y la tengan en plenitud” (jn 10, 10b) y “En efecto, la palabra de Dios es viva y eficaz” (Hb 4, 12a)
Finalmente, hay que considerar que todo el pueblo de Dios, se encuentra íntimamente ligado y compelido a la misión: “La misión de la Iglesia es universal: hacia todas las gentes, en todos los tiempos, hasta las raíces, para todos y con todo el poder de Dios” (La misión de la iglesia y nuestra misión 3.3), y este es el que llama a lanzar las redes como pide Cristo.