al mundo, para ser testigo de la Verdad".
(Jn 18, 36-37)
Meditación 1.
Jesús comenzó la vida pública
anunciando su reino. "El plazo está vencido, el Reino de Dios está cerca.
Tomen otro camino y crean en la Buena Nueva" (Mt 1,14).
El Reino de Dios es ante todo
espiritual. Su realización final consiste en la unión de todos los
bienaventurados disfrutando de Dios en el Cielo.
Se ingresa en este Reino
aceptando el mensaje del Evangelio por fe y recibiendo el Bautismo. Jesús dijo
a los Apóstoles: "Vayan por todo el mundo y anuncien la Buena Nueva a toda
la creación. El que crea y se bautice se salvará. El que se resista a creer se
condenará"(Mc 16,15-16).
Toda persona que quiera
pertenecer al Reino de Dios necesita nacer de Dios otra vez. Viene a ser hijo
de Dios no meramente por adopción legal sino por real y verdadera participación
de la vida divina. "A todos los que lo recibieron, les concedió ser hijos
de Dios" (Jn 1,12). El Reino de Cristo no es de dominar la tierra. El
mismo dijo a Pilato: "Mi reinado no es de acá" (Jn, 18,36).
Se designa el Reino de Dios
comúnmente con el nombre de Iglesia. Es a la vez divino y humano, terreno y
celestial. Pequeño al principio como el grano de mostaza, estaba llamado a ser
católico, o sea, a extenderse por todo el mundo. La idea de la Iglesia como
Reino universal de Dios demuestra claramente que no puede haber más que un solo
Reino de Dios.
La Iglesia es Jesucristo, que
vive y actúa en el mundo por sus ministros, debidamente autorizados, hasta el
fin de los tiempos. Él dio a su Iglesia una forma, una organización que la
capacitase para realizar su misión en el mundo: enseñar, dirigir y santificar
las almas.
Pertenecer al Reino de Dios es
lo más precioso a que puede aspirar una persona. Debemos considerarlo como una
perla que no tiene precio y, en agradecimiento, sacrificarnos por este don.
Jesucristo es nuestro Rey. Es el
primogénito de toda la creación. Él es antes que todas las cosas, pues todo fue
creado en Él, por Él y para Él. Es el más importante entre todas las criaturas
a la vez que su Creador, perfecta imagen de Dios, el primogénito de la
creación.
Cristo es el centro del plan
salvífico de Dios, porque el cristiano puede llevar a cumplimiento su tarea
haciendo que la creación dé gloria a Dios por medio de Jesús, el Señor
resucitado. Dijo Jesús a Pilato: "Mi reinado no es de acá… Tú lo has
dicho: Yo soy Rey. Para esto nací, para esto vine al mundo, para ser testigo de
la Verdad. Todo hombre que está de parte de la verdad, escucha mi voz" (Jn
18, 36-37)
Es de fe que Jesucristo en
cuanto Hombre tiene pleno espiritual para guiar por el camino de la salvación,
establecer la Iglesia y los Sacramentos y conceder todas las gracias de orden
sobrenatural. Por estar unidas en Él las naturalezas divinas y humanas posee
mayor poder aún y esto es la base de la Realeza.
Cada uno de nosotros debemos
esforzarnos personalmente por ser súbditos de Cristo Rey con la mayor
perfección posible de mente, voluntad y corazón, porque fuimos comprados al
precio de su preciosísima Sangre. Cristo es Rey del hogar y de la
sociedad.Jesús nos pide creer en Él, poner en Él nuestra esperanza y amarle de
todo corazón. Él nos ha dicho " El Padre ama al Hijo y pone todas las
cosas en sus manos. El cree al Hijo vive de la vida eterna" (Jn 3, 35-36).
Meditación 2. «A Jesucristo Rey de reyes venid y adorémosle»
Es día de proclamar su realeza, de decir entre suspiros: ¡Venga a nosotros tu reino! De decir al Padre: ¡Padre glorifica a tu Hijo! Jesucristo no es Rey por gracia nuestra, ni por voluntad nuestra, sino por derecho de nacimiento, por derecho de filiación divina, por derecho también de conquista y de rescate.
«Así que Cristo es Rey universal
de este mundo por su propia esencia y naturaleza» (Sn. Cirilo de Alejandría),
en virtud de aquella admirable unión que llaman hipostática, la cual le da
pleno dominio no sólo sobre los hombres, sino sobre los ángeles y todas las
criaturas. (Pío XI)
Y ¿qué de extraño tiene sea Rey
de los hombres el que fue Rey de los siglos? Pero Jesucristo no es Rey para
exigir tributos o para armar un ejército con hierro y pelear visiblemente
contra sus enemigos. Es Rey para gobernar los espíritus, para proveer
eternamente al mundo, para llamar al reino de los cielos a los que creen,
esperan y aman.
Nadie tema vaya a perder algo
porque se someta al «suavísimo imperio de Cristo». (Col) No teman las
sociedades porque Él es quien las funda y las sustenta. No teman los poderosos
porque « no quita los reinos mortales quien da los celestiales». No teman
tampoco los individuos porque servir a Cristo es reinar. Es un Rey tal, que no
esclaviza, ni esquilma a sus servidores; un Pastor y un Señor que no toma nada
de su rebaño, sino que todo lo da, y antes se desvive por los suyos y se les
entrega, con todos sus bienes ya desde la tierra, hasta que sean capaces de
poseerle y de gozarle más cumplidamente en el cielo.
Piensan los insensatos que les
va a privar de la libertad, cuando se la va a acrecentar y perfeccionar,
proscribiendo tan sólo el libertinaje, tan fatal para el alma como para los
cuerpos, para las naciones como para los individuos, ya que «lo que hace
míseros a los pueblos es el pecado».
Conviene, pues que Él reine,
porque su reinado «es eterno y universal, es un reinado de verdad y de vida, de
santidad y de gracia, de justicia, de amor y de paz. Quiere ante todo reinar en
las inteligencias, en las voluntades en
los corazones de los hombres.
Las Sagradas Escrituras.
"Ya tengo consagrado yo a
mi Rey en Sión, mi monte santo…Tú eres hijo mío, hoy te he dado a la vida.
Pídeme y serán tu herencia las naciones, tu propiedad los confines de la
tierra. Las podrás aplastar con vara de hierro" (Sal 2, 6-9)." Dios
le dará el trono de David, su antepasado. Gobernará por siempre el pueblo de
Jacob y su reino no terminará jamás" (Lc 1, 32-33)
"Mi realeza no procede de
este mundo; si fuera rey como los de este mundo, mi guardia habría luchado para
que no cayera en manos de los judíos. Pero mi reinado no es de acá.
"Pilato le preguntó: Entonces ¿tú eres rey?" Jesús contestó: "Tú
lo has dicho: Yo soy Rey. Para esto nací, para esto vine al mundo, para ser
testigo de la Verdad". (Jn 18, 36-37)
"Lleva escrito en la capa y
en el muslo este título: "Rey de reyes y Señor de señores". (Ap 19,
16)
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