“ Y el poder del Señor estaba con
él ”
Primera
lectura
Lectura
del libro de Isaías 35, 1-10
Salmo
Sal 84,
9abc y 10. 11-12. 13-14 R/. He aquí nuestro Dios; viene en persona y nos
salvará
Evangelio
del día
Lectura
del santo evangelio según san Lucas 5, 17-26
Reflexión del Evangelio de hoy
Vamos a
contarlo
En los
cuentos, historias, películas… si llega un momento en el que se plantea: “… y
cuando todo parecía perdido, entonces…” Es verdad, la vida no es un cuento, una
historia, una película, porque dicen que la realidad siempre supera a la
ficción, sí, eso me lleva a pensar que, si esto es cierto, porque no superar la
ficción y poner todos los medios para que este sea un buen final para este año
que estamos terminando.
Hemos
oído que si nos hubiesen contado lo que iba a ocurrir no nos lo habríamos
creído, pero ¿no es cierto que es una historia contada desde hace tiempo? Y
¿hemos hecho caso?, hasta que no hemos tenido la realidad encima no hemos sido
del todo conscientes de la situación.
Pero ¿por
qué no ser nosotros esos mensajeros de buena noticia, al igual que Isaías?, no
vivamos un Adviento más, vivamos el Adviento, no preparemos nuestras casas como
cada año, hagámoslo de la manera precisa que necesitamos este año, puede que no
podamos reunirnos los de siempre, pero que eso no nos borre la esperanza, la
ilusión y la alegría, hemos superado situaciones, sigamos haciéndolo y
recuperemos los mensajes que nos parecían ya olvidados, necesitamos recuperar
el espíritu de la Navidad que paraba guerras para unir a los bandos contrarios,
necesitamos escuchar que vamos a poner todo de nuestra parte para seguir
adelante, no sabemos si podremos salir o no, sólo que no vamos a dejar de
intentarlo, que vamos a poner todas nuestras fuerzas, que nadie se va a quedar
solo, que podemos dar un lugar en nuestra mesa para alimentar el cuerpo y el
alma.
¿Quieres
pertenecer al grupo de los que lo cuentan? ¿A quién vas a ayudar? ¿Qué mensaje
de paz vas a transmitir? ¿Te vas a quedar mirando cómo otros lo hacen?
¿Esperas
o te arriesgas?
En la
cara de los personajes del Evangelio de hoy podríamos poner rostros muy
cercanos a nosotros, aquellos que durante este tiempo han cargado la camilla de
otros y han buscado el hueco necesario para ayudar, para salvar, para sanar…
puede que el rostro que esté en uno de ellos sea el que ves en el espejo cada
mañana. Algunos no sólo no vieron esos rostros, sino que quisieron taparlos
para que no se acercaran, no transmitieran, no sabemos si el virus o la
vergüenza ante la pasividad de otros.
Desde
siempre la palabra “derecho” se ha pronunciado muy rápido, pero sin la palabra “deber”
a su lado, el significado puede quedarse en lo que es recto, el antónimo de
torcido, pero no la posibilidad de cada ser humano de tener una vida digna. No
podemos separar el derecho del deber, si creemos que tenemos todos los derechos
y que los deberes son para los otros pronto nos daremos de frente contra un
muro de hormigón llamado libertad, seremos esclavos de nosotros mismos y de
nuestra ignorancia.
Sigue
habiendo muchos en nuestro mundo y no muy lejos de nosotros, que tienen muchos
deberes, pero pocos derechos, que siguen recorriendo caminos interminables para
poder vivir con lo necesario, con paz, libertad, para encontrar un trabajo con
el que mantener a su familia, una formación para realizar tareas
imprescindibles para el resto de su comunidad… pero no son bien vistos. Sigue
habiendo muchos que creen que su pensamiento es el bueno y levantando una
bandera bien grande que pone libertad, le cortan los caminos a los que piensan
diferente, buscan otras posibilidades, otras opciones, porque entienden la
libertad como la suya.
¿Vas a
esperar a que otros hagan posibles tus derechos o vas a cumplir con tus
deberes? ¿Te arriesgas a buscar soluciones a los problemas o simplemente
protestas porque existen? ¿Qué quieres conseguir?
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